El fin de semana miré I am Ali, un documental del 2014 que retrata cosas interesantes de la vida de The Greatest.
La verdad es que me gustó bastante, especialmente cuando un cercano a Muhammad Ali mencionó que no sólo fue un boxeador indescriptible, sino que se trató de una persona tan grande que no se puede describir.
O sea, si arriba del ring era un adelantado, como persona su grandeza fue superior.
Por eso es el atleta más grande de todos los tiempos, pero esa es otra historia.
Entre las escenas, Ali dijo que los periodistas le hacían preguntas inteligentes porque él siempre tenía grandes respuestas.
Es decir, que no decía las típicas frases de “me estoy preparando muy duro” o “es un gran rival” y todo eso que, como suele suceder, los deportistas siempre contestan.
Y Ali tiene razón, pues hablaba de política, educación y de situaciones sociales en general. Era una voz crítica.
Pero también, y esto es algo que lo hace único, es que era el amo y señor del trash-talk.
Porque arremetió contra todos. Desde Sonny Liston hasta Joe Frazier. Sobre todo con el Smokin.
“Él (Frazier) es tan feo, que los hombres ciegos voltean al otro lado. La lágrimas huyen hacia la parte trasera de la cabeza. Feo, feo, feo. Puedes olerlo desde otro país. ¿Qué pensará la gente de Manila? ¿Que los hermanos negros son animales? Ignorante. Estúpido. Feo y oloroso”
Algo duro, ¿no lo crees?
Sin embargo, y es a lo que quiero llegar, siento que estamos viviendo una época boxística parecida a la de hablar basura sobre otros, tal cual como pasó en los tiempos de Ali.
¿Y sabes qué?
Me agrada.
Por ejemplo, Ryan García, que sin demostrar aún ser un verdadero campeón arriba del ring, habla como si realmente lo fuera.
Justo hace unas horas le dijo a Gervonta Davis, en otro reto que le hizo, que le patearía el trasero.
“¡Lo prometo! Te patearé el trasero y te pondré a dormir”.
Y entiendo que esté a años luz si lo comparamos con Muhammad Ali, pero creo que le pone esa pimienta al boxeo que el propio GOAT se la puso en su momento.
Porque el propio Ali, antes de ser campeón mundial, lo hizo con Liston.
O como Tyson Fury lo hace llamando diva a Anthony Joshua.
O como el propio Canelo diciendo que Gennady Golovkin es un doblecara o lo relaciona con la palabra pendejo.
En todos esos casos, se trata de una arrogancia necesaria en este deporte.
Y es válido. Es el condimento extra. Porque esto es boxeo. Porque son dos personas golpeándose consensuadamente, ¿Qué tiene de malo que se digan de cosas? De todas maneras, al final, el respeto se demuestra con el abrazo. ¿Qué no?
Además, es un juego de intimidación o desconcentración para el rival. Que podrá resultar o no, pero ahí está la opción.
¿O por qué con Ali sí está bien y con los demás no lo estaría?
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Gracias, Greatest, por leer esta edición del newsletter. Ya sabes que si quieres una lectura de boxeo para iniciar la semana, aquí te dejo la novela corta que escribí, El guantes de cobre Balbino. Cabe mencionar, que el Balbino sí era más respetuoso con sus oponentes.
PD: Si viste, o no viste, la fantástica exhibición de Jesse Rodríguez ante Sor Rungvisai, aquí te comparto Lo que dejó ese combate, con siete comentarios personales.